viernes, 21 de septiembre de 2012

ANTES DE DORMIR

Todas las noches después de hablar con ella se tumba en la cama, enciende la lámpara de la mesilla de noche y coge uno de los libros que hay sobre la misma. Algunas veces abre el libro con deseo, ansía leer lo que el autor narra; sumirse en ese mundo de ficción, dejarse atrapar y transformar la noche en un mundo real, lejos del ajetreo nocturno de la calle, del insano mundo donde se muere de verdad. Se tiende desnudo, boca arriba, recostándose sobre la almohada y dos cojines de buen tamaño. Abre el libro por donde lo dejó la noche pasada, relee las últimas líneas del día anterior, para ir adentrándose, poco a poco, en la verdad. Sujeta el libro con la mano izquierda, en la derecha tiene un cigarrillo sin encender; aguarda el momento en que la cosa se pone interesante. Pasa las páginas y ¡zas!, vive lo que viven los personajes como si estuviera ahí, entre el léxico y la gramática; en ese mundo en el que las caladas las da otro, el que sujeta el libro y pasa las páginas automáticamente, permitiendo que una voluta del humo se mezcle con la grafía que proporciona el ambiente adecuado...
Muchas hojas más tarde, con el cigarrillo consumido en el cenicero hace tiempo, se lleva la mano derecha a la entrepierna y comienza a juguetear con su sexo. Algo inocente y rijoso, no hay que perder el hilo de la narración y al mismo tiempo la mente tiene que ocuparse de la excitación sexual. Dos ficciones se entremezclan, la narrada por las letras y el recuerdo de ella sobre la cama, desnuda, deseosa, húmeda de deseo, tierna y apetitosa. Por un momento se ve comiendo sus pezones, posando sus manos en las caderas mientras se besan con la suave saliva entremezclándose. En otro momento la tiene encima de el, nota el vello de su pubis contra su polla, el vaivén del roce, la viscosidad excitante de la vulva contra el miembro, buscando que se introduzca en esa dulce y apretada oscuridad. Se palpa la polla y los huevos comprobando que tiene una buena erección, permanente. Sigue leyendo como si nada, aunque permitiendo que las manos de ella aprieten su culo mientras el folla encima, o le acaricia el pene con la mano, o se la chupa con amor. El hace lo mismo, se masturba sin hacerlo, solo le interesa mantener la tensión, la polla dura y seguir leyendo hasta que el sueño le de los avisos necesarios. Por momentos se siente tentado de cerrar el libro y correrse, siempre justo antes de que decida cerrarlo, dejarlo en la mesilla y apagar la luz. Pero no. 
Apaga la luz, se pone sobre el lado izquierdo, casi en posición fetal y coloca uno de los cojines entre sus piernas. Puede sentir su culo, la presión de su polla contra la raja del mismo y el deseo irrefrenable de que se deslice hacía el interior de su cálido y añorado coño. Sus brazos la envuelven, siente su espalda pegada a su pecho y las facilidades para que todo ocurra como en un delicioso sueño. Ella gira la cabeza, el se incorpora un poco para facilitar que sus lenguas sean otra forma de follar..., y se duerme pensando en lo bien que estaría desayunar juntos por la mañana y decirle que la quiere, que no puede vivir sin ella.