martes, 20 de noviembre de 2012

ACULEO

-Tengo que salir, así que la charla ha acabado..., le cuentas tus cuitas a la vecina del quinto o, como haces muchas veces, lo escribes en un puto post. Eso dice Ella mientras coge el abrigo y se dirige a la puerta de la calle. No esta bien jugar de ese modo con los sentimientos, se dice a si mismo mientras ve como se cierra la puerta tras Ella. 
Recuerda lo que ha tenido su mente ocupada toda la mañana: una muerte. Justo en el momento que el antivirus le dice que tiene una actualización pendiente suena el teléfono; una voz femenina pregunta por el señor Aculeo. Soy yo, responde. Aculeo se limita a asentir mientras la voz desgrana unos cuantos datos como si fuera la voz en lata de algún servicio de información o citas de una empresa o ente público.
El día que nació su padre estaba huido de la justicia, una orden de busca y captura por sospechoso de asesinato le impidió estar presente en tan feliz acontecimiento. Había dejado dicho que en caso de ser varón le pusieran Aculeo, y no se conocían personas que pensaran que era un nombre raro y lo hubieran expresado públicamente. Hubo un tiempo en que Aculeo estuvo molesto con el nombre, se avenía a cierto pitorreo y eso le costó algún tropiezo, pero en seguida quedó claro que hacía honor a su nombre y que más valía enfundarse la húmeda al respecto.
Volvió sus pensamientos a Ella y a lo bien que coge el abrigo cuando se enfada y, por un momento estuvo a punto de contarle a que se dedicaba, pero dejó que la puerta se cerrará sin abrir la boca. ¿Cómo le va a contar que se gana la vida matando personas?