lunes, 26 de noviembre de 2012

RECUERDO

Todos nos equivocamos. En el oficio de Aculeo equivocarse equivalía a fallar en cualquier sentido y significado. No podía dejar pistas de su paso por la vida, ni siquiera de un instante aislado de la misma y...,  estaba triste o eso fue lo que se le pasó por la cabeza. La imagen del cuerpo tendido en la acera cruzó su mente de uno a otro lado; danzando por todas partes. Nunca le había pasado que el recuerdo de una víctima le invadiera días después, y menos sentir esa melancolía que acompañaba a la imagen en su ir y venir entre neuronas. Probó algunos juegos mentales, se jugo unas monedas en una tragaperras, compró un diario,  pero no conseguía alcanzar la concentración suficiente para eliminar el recuerdo. Por qué no le pasaba con otros. La violencia callada y traicionera, a veces a voz en grito, no hacía mella en ninguna de sus aristas tan afiladas e invisibles hasta que te cortaba en dos y te dabas cuenta tres pasos después, cuando la mitad superior cae al suelo y mira como se aleja tambaleante la mitad inferior. Aculeo se preguntaba qué le diferenciaba de un asesino en serie... A mi me pagan, se dijo. Y le vino otra oleada de melancólica tristeza a sus ojos profanos.