sábado, 15 de diciembre de 2012

DIVINA CORRUPCIÓN

Parece que el rojo cardenalicio simboliza la disponibilidad del que lo luce a dar su vida por el Papa y su Iglesia hasta el derramamiento de sangre (usque ad effusionem sanguinis). Algo que a Aculeo le trae sin cuidado después de pasar diez años de su infancia en colegios religiosos, y de haber visto y casi sufrido como se las gastan los de las sotanas y demás hábitos talares. Talar en el significado de cortar con hacha el tronco leñoso lleno de capilares ahora no tan dispuestos a transportar la savia vivificadora portadora de los nutrientes que, no hace tanto, llenaron de verdor las hojas. Talar, sin piedad ni caridad alguna, la vida que segó el camino de tantas otras con la bendición de unas manos que tocaban para mancillar y unas palabras dichas desde la más profunda hipocresía. Implacablemente segar la cardenalicia vida y no dejar rastro de su paso por la tierra.
Perdido en una aldea de Castilla, tal vez en Zamora o en Soria, en una casa apartada de la curiosidad y opaca a las miradas, Aculeo preparó la tierra. Un agujero de metro y medio de profundidad por otro metro y medio de ancho, dispuso dentro una pecera de grueso cristal que, el mismo montó, en la que fue vertiendo los cien litros de ácido sulfúrico preparados para ese fin. El cardenal Z, pródigo en actos propios de su oficio y hombre extrovertido, había sido visto por última vez acudiendo a un acto en la catedral de Santiago de Compostela. Según se pudo leer en la prensa unos días más tarde, había ido a una reunión con el ecónomo de la catedral. Lo que este narrador si puede asegurar, pues se lo contó el propio Aculeo en circunstancias que ahora no vienen al caso, es que el cardenal fue pillado a la salida de un conocido antro de diversión sexual; vestía un pantalón vaquero, una camisa a cuadros y un jersey de pico de pura lana virgen, de color rojo. Le inyectó, cuando se disponía a abrir su coche, 300 mg de Tiopental. Tuvo que forcejear uno poco, al ponerle la droga por vía intramuscular tarda un poco más en hacer efecto, así que lo sujeto hasta que flojeó. Le ató las manos a la espalda con una brida, le puso una capucha en la cabeza y lo metió en el maletero del Mercedes, donde le colocó otra brida en los tobillos y una tercera que unía pies y manos. 
Unas horas más tarde el cardenal Z se encontraba en el suelo, atado y sin capucha, consciente. A su lado, sentado en una hamaca de teka, se encontraba Aculeo; fumaba un cigarrillo y se dejaba llevar por las notas liquidas y cristalinas, que llegaban a través de las ventanas abiertas de la casa, de Misty, interpretada por Errol Garner. Le dijo: Le voy a inyectar una dosis de epidural, le dejará dormido de cintura para abajo. Después le haré un torniquete en ambos tobillos; le amputaré primero un pie que echaré a esa bañera con ácido sulfúrico; luego repetiré la acción con el otro y por último echaré sus restos. Le ruego me disculpe por sacar mi lado más psicópata..., soy aquel niño que casi le arranca la polla de un mordisco, ¿recuerda?