miércoles, 26 de diciembre de 2012

MALA SUERTE


Cuando el fotógrafo disparó, no estaba allí. Semanas antes, o tal vez una vida entera anterior a todas las vidas que ya había vivido, Fulgencio Orestes había muerto víctima de su propia aventura vital. Primero fue mordido por una venenosa serpiente; unos metros después le alcanzó un dardo bañado en curare, y..., antes de que pudiera vislumbrar la cerbatana que lo había lanzado un disparo le alcanzó en la espalda. El proyectil le partió el corazón, muriendo allí mismo, consciente de su mala suerte.