sábado, 5 de enero de 2013

CALCETINES EN LA CHIMENEA

¿Por qué tendría que tener escrúpulos a la hora de aceptar este encargo? El mensaje decía claramente que el asesinato debía llevarse a cabo en la Noche de Reyes, o sea, cualquier instante después de las doce de la madrugada. El objetivo: un miembro del gobierno con rango de ministro, a elegir. Casi un magnicidio. "Cualquiera podría imaginar lo que diría la prensa al día siguiente, la digital, porque la impresa no publicaría  nada hasta pasadas veinticuatro horas, la crisis no perdona. Aunque el revuelo en radios y televisiones sería más terrorífico que el asesinato en si. A fin de cuentas solo es un muerto más. ¿Cuántos reyes, príncipes, presidentes, primeros ministros..., han sido asesinados a lo largo de la historia? El mundo continúa su camino tras la algarabía y los hechos quedan para la historiografía. El derecho, la política y la estadística son estudios que acaban estando relacionados. El poder necesita abogados, expertos en política y hábiles en el manejo de la estadística; la combinación de estos conocimientos es útil para manejar los resortes del poder de cara a la opinión pública, ya que el "público" es visto como un conjunto uniforme en el que se puede influir a través de actuaciones y declaraciones que orienten su aquiescencia a las medidas que el gobernante toma, enfrentando a los partidarios con los que no lo son, pero ocultando a la visión general los verdaderos motivos de las decisiones..." Ahí dejó de leer. 
De su juvenil etapa como novillero, Aculeo guardaba los trastos de matar en un bello estuche de cuero repujado; sacó la puntilla que tantas tardes de sinsabores le acarreó y la guardó en el bolsillo de un viejo y amplio gabán con el que pensaba ensombrecer la noche en la urbanización de alto estanding a la que se dirigía. Organizó una pequeña distracción tres casas antes, con un puñado de petardos y un poco de gasolina que explotó sobre la puerta de una de ellas. Los policías de servicio acudieron e informaron. El sistema de retardo del ingenio le permitió pasar desapercibido, bastaron unos pocos segundos. Saltó la valla, entrando en la casa por una ventana del sótano oculta a las miradas del exterior; subió con cautela las escaleras y escuchó los pasos apresurados en la planta baja. El objetivo se había asustado. Los policías ya estaban de vuelta, daban instrucciones y calmaban, lo mejor que podían, al que ya se podía considerar muerto. La puerta de la calle se cerró de nuevo. Unos pasos cansinos, que se adivinaban en zapatillas subían unas escaleras. Aculeo abrió con sigilo la puerta que daba paso, desde el sótano, a un hall que ejercía las veces de distribuidor. Por una de las puertas se vislumbraban las luces parpadeantes de un árbol navideño y un señorial belén en el salón principal. Del mármol blanco de la chimenea colgaban dos pares de calcetines. Subió las escaleras más silencioso que un ratón de cuento navideño. Hasta sus oídos llegó el inconfundible sonido de la orina masculina sobre el agua de la taza del váter. Sacó la puntilla. De píe, con la bata abierta, había un hombre orinando. Con la mano izquierda le tapó la boca, mientras con la derecha le daba la puntilla, introduciendo el arma hacía arriba, desde la base del cráneo, hasta el mango. Giró dos veces el instrumento de descabello, a izquierda y derecha, sujetó el cuerpo con firmeza y delicadeza, dejándolo caer con suavidad y sin ruido sobre el suelo ajedrezado del cuarto de baño. Salió por donde había entrado. Otro artefacto estalló un poco más arriba que el anterior..., camino despejado.