jueves, 3 de enero de 2013

CRISIS



Se habla de la crisis como si fuera un fenómeno natural que ha surgido de las entrañas de la tierra de improviso o de una sima abisal, como un Godzila radioactivo destruyendo todo a su paso. Los premios Nobel en economía se dejan las cejas escribiendo en sus blogs, en sesudos artículos de prensa, en entrevistas en radio o televisión, en libros..., intentando explicar a los dirigentes políticos el mejor método para acabar con el monstruo. Es inútil; los políticos que mantienen el orden no gobiernan la crisis, se limitan, como todo el mundo sabe excepto los abducidos, a aplicar las recetas del FMI, el Banco Mundial, la Reserva Federal o los "expertos" de la Unión Europea, entidades controladas por una cohorte de neocapitalistas preocupados tan solo por salvaguardar los dineros de sus amos: los poderosos banqueros y grandes corporaciones . Desde el comienzo de la crisis entró en juego el factor miedo, azuzado desde los púlpitos neocon y los eclesiásticos: el dueño tiene perros que le guardan la mansión.
El miedo, instalado en lo más profundo de nuestro cerebro para protegernos de los depredadores y que nos hace estar alerta, inconscientemente, ante los peligros de la vida. El miedo, creador del conformismo insolidario y los más variados disimulos. Gracias al miedo sobrevivimos como especie elaborando estrategias para enfrentarnos a él, dominarlo y avanzar. El dinero miedoso, cobarde y traicionero, que huye y se refugia en islotes lejanos, ante la inacción de la bien pagada, por ese mismo dinero,  clase dirigente; dando igual que esa clase se encuentre en Wasington D.C o en Beijing. Ese es el miedo que nos atenaza y humilla porque no sabemos o queremos, aún, hacerle frente.