viernes, 25 de enero de 2013

EL CAZADOR DE CABEZAS

   En la arena húmeda quedan las huellas de sus pies desnudos, borradas por el vaivén de las olas que  mueren en el borboteo de la resaca. La luz del crepúsculo alarga su sombra sobre la playa en una delgada linea negra que se abre y cierra como los brazos de un compás que dibujase la nada. Al llegar a las rocas que señalan el final del arenal se vuelve; sobre la  línea del horizonte, un sol sanguina se oculta definitivamente en un rescoldo cenizoso que prefigura la noche. Siente la soledad del mundo, la acechante soledad del cazador en rececho. 

Al abrir la cuenta de correo encuentra un mensaje nuevo:
De: The head hunter
Para: Aculeo
Enviado: viernes, 25 de enero de 2013 11:45
Asunto: Pieza a la vista
   
   Hay un archivo adjunto con la foto de una mujer y la palabra target escrita en el centro. Aculeo elimina el mensaje y la cuenta de correo. Sale del ciber y camina hacia la estación de autobuses. Saca un billete de ida dirección Madrid y se sienta a esperar. Al llegar, sin necesidad de salir a la calle, enlaza con el metro y se dirige al centro, a un apartamento que rara vez visita. Ya es de madrugada, abre el portal y sube las escaleras hasta el segundo piso. De las dos puertas la suya es la de la derecha; entra, deja la mochila sobre un sillón de los de Ikea, observa con meticulosidad todos los objetos: una mesa, dos sillas, un sofá cama y sobre una repisa, enfrente del sofá, una televisión. Hay una cocina diminuta separada del salón por un mostrador. Una puerta da acceso al cuarto de baño. Se ducha y afeita. Vuelve al salón, enciende la tele y se sienta en el sofá, enciende un cigarrillo que inmediatamente deja sobre un cenicero y que terminará por consumirse solo. Se tumba, quedándose dormido casi de inmediato. Le despierta la alarma del reloj cuatro horas después, la tele sigue encendida. Una mujer desgrana las noticias sin emoción, la apaga. Empuja unos centímetros el sofá y levanta un par de tablas del entarimado. Saca un macuto rectangular de color caqui, en su interior hay un paño blanco de algodón que envuelve una SIG Sauer P226 9 mm parabellum y 15 cartuchos. La desmonta y limpia a fondo, incluyendo cada uno de los proyectiles con sus correspondientes vainas; luego vuelve a montar el arma dejando un cartucho instalado en la recámara.