miércoles, 9 de enero de 2013

¿PERSPECTIVA O ANCHOAS?

A veces escribo el título primero y al terminar el post lo cambio; otras veces comienzo a escribir y título al final. Planificar los acontecimientos futuros es propio del ser humano, es así hasta donde alcanzo a saber pues desconozco si existen otros animales capaces de pensar y actuar de este modo.
Me propuse seguir a Aculeo en un día cualquiera y trasladar al papel blanco del ordenador lo que mi pericia fuera capaz de llevar a cabo sin poner en riesgo mi vida. Ustedes pensarán que para mi es fácil, ya que soy el creador del personaje y solo tengo que escribir lo que buenamente vaya surgiendo de la imaginación, y que nunca correré verdadero peligro porque todo es ficción. Lamento decirles que no es así. Antes de ponerme al tajo he tenido que limpiar unas anchoas, algo que me da bastante asco: descabezar, meter el dedo y sacar las tripas, lavarlas, escurrirlas y, siguiendo el consejo de..., ponerles sal y limón, sin quitar las raspas (demasiado trabajo) y dejarlas macerar un poco antes de enharinarlas y freírlas. Desde la ventana puedo ver a Aculeo sentado en un banco, fumando un pitillo y departiendo, parece que amigablemente, con algunas personas que mondan pipas en la fría tarde. Debe medir algo más de un metro ochenta; viste una cazadora de cuero marrón con el cuello de borrego, no sé si parece un motero o un aviador de los años treinta. Lleva puesto un pantalón vaquero azul, algo desgastado y calza unas zapatillas o zapatos de cuero, en la distancia no logro adivinar cual de las dos cosas es. Se le ve en forma; sus movimientos son lentos, se me antoja un tranquilo felino dispuesto a saltar sobre cualquiera en cualquier momento, diría que un leopardo. Borges gustaba del tigre, algunos egipcios del guepardo como animal de compañía y una gran mayoría tienen al león como ejemplo. 
Le da la mano a uno de los contertulios, se levanta y se despide del resto con un ademán. Momento que aprovecho para salir detrás de él con tanto sigilo como soy capaz, que no es mucho. ¿Las anchoas?, ahí se quedan con su perfume a limón. Camina sin prisas, erguido; lleva cubierta la cabeza por un gorro de lana de color negro, las manos en los bolsillos, de cuando en cuando se para ante un escaparate, aunque no creo que mire nada de lo que hay tras el cristal; por si acaso me detengo a una prudente distancia, reanudando la marcha segundos después de él. No sabría decir que edad tiene, lo mismo pueden ser treinta y cinco que cincuenta; si observo que algunas mujeres con las que se cruza le miran, por lo que deduzco que es poseedor de algo que llama la atención. Tomamos por una calle menos concurrida, lo que provoca que un escalofrío me recorra la espalda y dude si seguir adelante o darme la vuelta. "¡Qué carajo"!, me digo, puedo parar en cualquier momento. Se mete en una cafetería con aires de señorío, y yo paso de largo mirando por el rabillo del ojo intentando ubicar su posición en la misma. Dejo que pasen unos minutos y entro también. Aculeo esta sentado en una mesa, toma una cerveza y ojea un periódico. Me acodo en el mostrador y pido una caña, echando de menos un espejo. Justo cuando me llevo el vaso a los labios una voz a mi espalda me pide fuego; su tono es pausado, agradable, un poco grave. Me vuelvo para decirle que la ley prohíbe fumar en establecimientos públicos no adaptados... Saco el mechero y, para evitar que note el temblor en mi mano, se lo doy. Gracias, me dice y añade..., ¿por qué no te vas y fríes los boquerones?