lunes, 14 de enero de 2013

QUID PRO QUO

Hace muchos años, sentado en un asiento de laminas de madera contrachapada de un viejo autobús, y viajando por un lejano país que ahora ya no aparece en los mapas de geografía contemporánea, me pareció reconocer el rostro de un viejo compañero de armas. La memoria es frágil y hay que ser un buen fisonomista. Durante unos minutos le observé a ratos; primero me sonó su cara, mi mente se puso a buscar en su archivo de memoria el motivo de ese reconocimiento confuso; después activé la carpeta de voz. La imagen y la voz se superponían, coincidían. Me senté a su lado una vez seguro de que los datos eran correctos. "Disculpa, me llamo Aculeo y creo que te conozco. ¿No eres Martín?" El tío se me quedó mirando y me dijo que no, el no era Martín; tenia otro nombre que ahora no recuerdo. Insistí, claro, mi seguridad era total, y a pesar de su negativa pensé que, o bien él no me recordaba o tenía que refrescar su memoria. "Si hombre- le dije-, estuvimos juntos en el avance y posterior toma de la ciudad de Mâbro, te hirieron en una pierna y te llevé a un lugar protegido, hasta que encontré a un sanitario. ¡Joder!, si hasta te hice un torniquete". Nunca he estado en la guerra ni en el ejército, fue su respuesta. Durante unos segundos permanecí en silencio para recomponer, de nuevo, mis recuerdos. "Pues eres su hermano gemelo..., bueno, te pido disculpas, he debido confundirte". Lo siento, dijo. Por aquel entonces se fumaba en los autobuses, así que encendí un cigarrillo y no abrí la boca hasta que se levantó para bajarse en una de las paradas. "Adiós", se despidió. No respondí, tan solo elevé la cabeza y sonreí; aún rumiaba, abstraído,  mi error. Cuando el bus arrancó, tal vez por instinto o por la costumbre, miré hacía donde los pasajeros se habían bajado. Le vi caminar, y me parece, ahora ya es un recuerdo mucho más difuso que su rostro, que cojeaba un poco de una pierna.