lunes, 2 de diciembre de 2013

CALDO DE DICIEMBRE



Cójase unas cebollas, unas cabezas de ajos, unas hojas de laurel, un manojo de zanahorias y póngase todo en un perol de tamaño considerable. Antes, en un tajo de carnicero, se habrán troceado, a groso modo, unas tajadas de ministro del Opus; otras cuantas de obispo, arzobispo, cardenal y otros huesos añejos. Llévese todo a ebullición las horas necesarias para conseguir un caldo espeso y rancio, con sabor de antes, a nostalgia y sacristía, a misa del gallo. Una vez apartado de la lumbre coja unos recipientes apropiados y embadurne con el potingue resultante las fachadas de aquellas instituciones y organizaciones de su gusto. Cuando termine verá que sigue oliendo igual.